Nuevos tiempos, nuevos trofeos
La mañana siguiente a la derrota de España en la Liga de las Naciones, desperté lleno de curiosidad por comprobar el nivel de desolación nacional. Para mí ese era el índice que certificaría la importancia del campeonato en cuestión. Convendremos que, si España pierde una final de la Copa del Mundo o de la Euro la noche de un domingo, además ante los vecinos lusos, el lunes sería el peor de los lunes posibles para la población general. Mi pregunta era: ¿sería el caso con este torneo con nombre de cumbre diplomática?
No es que en mis grupos de WhatsApp abunden los hinchas de la Selección, pero en alguno estoy que bien podría servir como muestra de laboratorio, en el que hay andaluces, madrileños, catalanes, asturianos, castellanos y el servidor, que es vasco. Pues bien, en ellos no había ni rastro de desolación. El error de Morata en los penaltis era comentado más como una anécdota que como una tragedia.
Dijo Luis Enrique con respecto al Mundial de Clubes que “es emocionante porque por primera vez se va a determinar quién es el mejor equipo del mundo. A nivel global, esto puede convertirse en una referencia”, añadiendo después que quizá esta primera edición sea muy tímida a nivel de seguimiento de los hinchas, pero que las próximas serán un éxito.
Yo soy muy escéptico. Creo que el fútbol está saturadísimo de torneos y que parte de la grandeza de los que ahora existen viene determinada porque son únicos. ¿A qué viene una liga de naciones de Europa, cuando hay una Euro consolidada? ¿Dónde queda la intercontinental con el Mundial de Clubes? ¿Quién entiende la manera en que se clasifican los clubes a esta cita cada cuatro años? ¿Cómo encaja este Mundial con la temporada del año que viene? ¿Cambiarían madridistas y atléticos una victoria en este nuevo torneo por el entorchado nacional? ¿Y por el europeo? No lo creo. ¿Cómo puede ser, entonces, que importe menos un título mundial que uno continental o local? ¿Llorarían por décadas una posible derrota en la final ante un rival histórico? Sinceramente, lo dudo.
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